viernes, 3 de octubre de 2008

La leyenda del Golem y la Tecnología.

Apelando a la leyenda del Golem, se propone una forma de pensar la enseñanza de la tecnología, para desarrollar el conocimiento de la técnica, con una perspectiva humanista que no la idolatre, y señale y prevenga acerca de los riesgos reales que el uso de la tecnología supone.
En la antigua tradición cabalista judía, el Golem es un muñeco de arcilla que puede recibir vida con la combinación adecuada de ciertas palabras y siguiendo las indicaciones del libro Letzirá. La leyenda narra que en el siglo XVII, el Rabino León de Praga, conocedor de la Cábala, construyó un muñeco de arcilla al que dio vida. El producto de esta hechicería podía ayudar al Rabí en las tareas hogareñas y en la sinagoga. Este muñeco no hablaba: crecía un poco todos los días. Aprendía las órdenes que se le daban. En la frente del Golem estaba escrita la palabra EMET, que en hebreo quiere decir “verdad’ Para eliminar al Golem se debía borrar la primer letra E o ALEF, en hebreo; quedaría así la palabra MET, que quiere decir “muerte” y el Golem moriría.
En un determinado momento, su tamaño comenzó a asustar a la gente. Estaba tan alto el Golem que cuando el rabino quiso eliminarlo, no pudo llegar a su frente. Para hacerlo, le ordenó que le atara los zapatos. Cuando el Golem se agachó, el rabino borró la letra, el Golem se volvió arcilla que, hecha montaña, aplastó al rabino, ahogándolo.
El especialista en Cábala Gershom Scholem (1978) plantea que la metáfora del Golem supone una advertencia, propia de la religión judía, respecto de la idolatría hacia objetos creados por el hombre, asignándole a la creación de vida en objetos hechos por el hombre una dimensión diabólica.
¿Cuál es la relación que tiene esta leyenda con la tecnología?
¿Qué están tratando de enseñar o de qué nos quieren advertir los sabios? La metáfora del Golem supone que sólo a los rabinos sabios conocedores de los libros sagrados y de las palabras con cuyas combinaciones se puede otorgar alguna forma de vida a los objetos, les es asignado este poder “mágico”.
En primer lugar, la tecnología trata productos humanos. Es el mismo hombre el que anima a las herramientas, las que se convierten en extensiones de la misma persona. De los mecanismos, nacen las máquinas a las que los motores dan movimiento; el hombre “dialoga” con ellas en un “lenguaje” armado de gestos: a cada gesto humano, la máquina “responde” con otro gesto.
Las máquinas han mejorado permanentemente, han “crecido”. Pero las maquinas no piensan como las personas. Por algún fenómeno de la naturaleza humana, esa que tanto preocupa a las religiones, en las técnicas subyace la idea de mejora: quién repite una tarea, la mejora. Las innovaciones se van transmitiendo de una técnica a otra.
La maquina de vapor, desarrollada como una bomba de agua, fue perfeccionada (por James Watt, un “sabio”, que seguramente dominaba las palabras, los números y los códigos técnicos) y en este proceso alguien vio un motor. Este motor se aplicó al transporte y a la fabricación de bienes, y en este proceso algunos hombres encontraron un instrumento que posibilitó hacer crecer su poder, una revolución industrial. El “Golem” siguió creciendo. Los intentos de borrar la letra alef fueron infructuosos, el Golem comenzó a darles poder a sus inventores y a sus empleadores.
Los sabios de la Cábala no imaginaron la posibilidad de combinar las palabras mágicas para que el Golem pensara. Pero algunos sabios se dedicaron a buscar esta posibilidad. La informática, de base tan matemática como la cábala, sumada a la electrónica, que creció a partir de las comunicaciones, sentó las bases y hoy hay máquinas que prácticamente “piensan”.
La metáfora del Golem parece advertir de los riesgos de que este potencial técnico se vuelva en contra de las personas. El nivel actual de desarrollo de la tecnología hace pensar que, como convergencia de los distintos avances en diferentes áreas, el Golem ha dejado de ser una metáfora para tener una existencia real. Y sus efectos ya se manifiestan en la vida cotidiana, beneficiándola en algunos ámbitos y perjudicándola en otros. El Golem, en el mundo del trabajo capitalista, ha generado pérdida de empleo con sus consecuencias de pobreza e indigencia.
Vale la advertencia cabalística. Asumimos la advertencia e intentaremos incorporarla a nuestra práctica en la enseñanza de la tecnología.